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Cuelgo un breve comentario escrito por estudiantes de Medicina, dirigido también a estudiantes a través del Boletín Farmacriticxs. La temática está seleccionada al hilo de las Jornadas NoGracias, para invitar a la reflexión. Se aceptan todo tipo de críticas y sugerencias.
La producción y difusión de información científica es un proceso complejo, costoso y en el cual entran en juego numerosos factores e intereses; puesto que, por una parte, la propia evidencia científica posee un coste y, por otra, los resultados de la misma tienen una influencia directa sobre la percepción que profesionales sanitarios, políticos y pacientes tendrán sobre un determinado producto sanitario. Las consecuencias que puedan tener estas circunstancias sobre los resultados de la evidencia son difíciles de demostrar en todos los casos. Aunque la tendencia es a sobrevalorar el efecto de muchas de las intervenciones médicas.
Por ejemplo, se puso de manifiesto que los ensayos clínicos financiados por la industria poseen un 85% de posibilidades de ofrecer un resultado a favor del producto a estudio en comparación con el 50% de los que no poseían este tipo de financiación(1), aunque es complicado establecer cuáles son las causas que determinan esta predisposición.
Son muchas las estrategias que pueden explicar estos fenómenos, la mayoría de ellas encubiertas y, en muchos casos, imposibles de constatar.
En primer lugar, cabe destacar uno de los grandes problemas de salud pública que ha supuesto la notable entrada de intereses económicos en el contexto de la práctica clínica: el sobrediagnóstico, el cual; sobre todo en las enfermedades crónicas, avanza lenta, pero inexorablemente.(2) La tendencia es clara, aumentar el número de pacientes que necesitan una intervención sanitaria, especialmente farmacológica. Un ejemplo se sitúa en EEUU, donde en el periodo de 1990 a 2004 la población diagnosticada con hipercolesterolemia aumentó de 13 a 40 millones debido a los cambios en los criterios de diagnóstico. Ocho de los nueve médicos que elaboraron estas recomendaciones estaban en nómina de las compañías que producían los fármacos que se recomendaban como pauta terapéutica.(3)
Otro de los procedimientos que dan lugar a una información científica sesgada se basa en la manipulación de los estudios experimentales para obtener resultados que beneficien a la intervención que se quiere justificar. Diferentes métodos posibilitan estas acciones, entre los que se encuentran: la comparación de una terapia frente a otra que se sabe que es inferior (por ser un fármaco a dosis bajas, a dosis demasiado altas, etc), el estudio en un ensayo de múltiples variables y la selección de aquéllas que son favorables o la realización de un análisis con diferentes grupos del conjunto de participantes y la posterior publicación de los que permitan conclusiones favorables para la intervención a estudio.(4)
Por último, también es reseñable el efecto que tiene sobre la publicación y divulgación de la evidencia el hecho de que la misma aporte datos a favor o en contra de un fármaco, tecnología sanitaria u otro tipo de intervención. El sesgo de publicación y de difusión es muy frecuente y puede originarse de muchas formas y bajo diferentes contextos.(5) Como muestra de las consecuencias que pueden tener, son llamativos los casos de los antidepresivos paroxetina y reboxetina; los cuales, tras analizar tanto los estudios publicados como los no publicados, muestran una eficacia similar al placebo.(6,7)
Las discrepancias en la interpretación y análisis de los datos son comprensibles, puesto que los factores que intervienen en estos procesos no están en absoluto aclarados y las posibles soluciones son complicadas y afectan a numerosos elementos de la producción e interpretación de la información científica. Aunque una conclusión está clara: es primordial realizar un esfuerzo a favor de la transparencia. En juego se encuentra la credibilidad y confianza en la comunidad científica y sanitaria.
1. Bourgeois FT, Murthy S, Mandl KD. Outcome reporting among drug trials registered in ClinicalTrials.gov. Annals of internal medicine. 2010;153(3):158–66.
2. Welch, H. Gilbert, Schwartz, Lisa. Overdiagnosed: Making People Sick in the Pursuit of Health. Beacon Press; 2011-01-18. ISBN 9780807022009
3. López Andres A. Estatinas en prevención primaria de la enfermedad cardiovascular. ¿Uso basado en la evidencia o evidencia tergiversada? Boletín de Información Farmacoterapéutica de Navarra. 2007;15(1).
4. Smith R. Medical journals are an extension of the marketing arm of pharmaceutical companies. PLoS medicine. Public Library of Science. 2005;2(5):e138.
5. McGauran et al. Reporting bias in medical research - a narrative review. Trials [Internet]. 2010;11(37).
6. Eyding D. Reboxetine for acute treatment of major depression: systematic review and meta-analysis of published and unpublished placebo and selective serotonin reuptake inhibitor controlled trials. BMJ (Clinical research ed.) [Internet]. 2010;341(oct12_1):c4737. Available from: http://www.bmj.com/content/341/bmj.c4737
7. Corrado Barbui MD, Toshiaki A. Furukawa MD. Effectiveness of paroxetine in the treatment of acute major depression in adults: a systematic re-examination of published and unpublished data from randomized trials. CMAJ. 2008;178(3):296–305.
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