En el maravilloso libro "Un hombre afortunado", Berger retrata la vida
de un GP rural, al que califica como privilegiado guardián de la
memoria del condado.
Una de las cosas que habla en el libro es del reconocimiento.
Reconocimiento mutuo, bidireccional. El médico reconoce al paciente,
no sólo la exploración física (lo que los pacientes conocen también
como "reconocimiento médico", sino el conocer la fotografía total del
paisaje, conocer el contexto del paciente, su biografía, etc.
También la comunidad reconoce al médico, no como un igual, sino que lo
acepta como uno más de la comunidad, aunque todos sepan que es ajeno a
ella.
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